Irene Villa: «Ante la adversidad hay que hacer todo menos parar y compadecerse»

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    Irene Villa fue presentada por el periodista de FARO Rafa López. Marta G. Brea

    F. FRANCO/www.farodevigo.es- VIGO «Ante la adversidad hay que hacerlo todo menos parar y compadecerse», decía ayer en el Club FARO una Irene Villa tan radiante que se hacía difícil imaginar que fuera aquella víctima de ETA cuyo coche voló por los aires. Pero en seguida se entendía esa imagen pletórica cuando, al poco, se le oyó decir: «Nunca me he sentido víctima porque creo que esa actitud no ayuda. Todo sería mucho más fácil si fuéramos capaces de comprender a los demás, de ver la realidad desde otro punto de vista y de poder sonreír en los momentos difíciles».

    «Cómo superar todas las barreras» era precisamente el título de una charla-coloquio que presentó Rafa López, periodista de FARO, y en la que las ideas que sembró esta mujer amante de la psicología positiva y deportista fueron tan sencillas como nítidas, lúcidas y ejemplificadoras. «No se puede vivir pensando que te han puesto una bomba. Sencillamente, volví a nacer, pero sin piernas. Pensar lo otro solo conseguiría sembrar deseos de venganza, crearía resentimiento y desesperanza. No hay tiempo para el odio porque no hay paz sin perdón. Yo perdono para vivir».

    Reconoce Villa que ella no ha parado desde que pudo moverse, tras los meses de hospital. «Hay que moverse –dice– , o te mueves o caducas. Y lo que yo quiero mostrar es que siempre se pueden superar las adversidades o al menos hacerles frente evitando compadecerse de sí mismo. Si te dedicas a quejarte en una primera etapa la gente quizás te oiga y te acompañe pero se apartará si insistes en esa negatividad».

    Dice Villa, que esas imágenes terribles del atentado en que salen ella y su madre destrozadas que dieron la vuelta al mundo le hicieron mucho daño a ETA, pero mucho más que ellas vivieran y le hubieran «dado tanta caña» a la organización terrorista y quienes la apoyan. «Claro –matiza– a los terroristas no les interesa que haya supervivientes que puedan iniciar una batalla contra ellos desde la sencillez de una vida que han intentado romper para siempre».

    «Tanto mi madre como yo –contó Irene Villa– hemos aprendido a no guardar rencor porque llevar eso por dentro te impide buenas relaciones con la gente. El odio es algo terrible que a quien más daña es a quien lo siente». Hay que seguir adelante, dice esta mujer licenciada en Comunicación Audiovisual, Humanidades y Psicología y que, a pesar de todo, ha hallado tiempo para practicar diversos deportes, viajar, dar fe de sus ideas, participar en acciones solidarias como la del 11-M… «Si las tragedias no pueden cambiarse –explica– sí se puede al menos cambiar la actitud con que afrontarlas. He leído mucho de psicología positiva, de inteligencia emocional… pero para aplicarlo a mi vida cotidiana. Si estamos aquí, vamos a intentar ser felices y cuando las cosas se tuercen afrontarlas de la única manera posible porque la otra te hunde definitivamente. No hay elección si quieres vivir».

    Mucho deporte. La gimnasia y el deporte fueron para Irene Villa una disciplina necesaria a la que hubo de aplicar esfuerzos especiales pero que acabó transformándose en un modo de liberación física y psíquica. «Gracias al deporte y a la rehabilitación –dice– he conseguido también una independencia. Hice esquí, submarinismo, tenis de mesa… hasta el Camino de Santiago en bicicletas adaptadas, y conmigo otras personas con una u otra discapacidad. Eso debiera servir de estímulo a quienes pierden la esperanza. Esquiar, por ejemplo, me daba pánico pero yo siempre pensé que, pudiendo ser un espejo a través de los medios de comunicación, podría ser una influencia positiva para gente desesperanzada. Me costó caídas y caídas pero que no imaginaba es que luego me iba a gustar tanto e incluso a ganar competiciones».

    Tiene Villa una teoría labrada en la praxis. «Hay que ayudar, hacer cosas por los demás, no solo por los otros sino incluso por egoísmo, por ti mismo, porque crecerás más y te sentirás mejor. La experiencia de quienes han arrimado el hombro en una cosa u otra es común en el hecho de que, al final, uno se siente beneficiado e incluso agradecido porque colaborando con los otros te encuentras con lo mejor de ti mismo».

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