Teresa Perales: “No cambiaría la vida que tengo por volver a caminar”

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Teresa Perales en Londres. CPE

Teresa Perales en Londres. CPE

elimparcial.es – Teresa Perales se convirtió en la gran protagonista de la delegación española de los Juegos Paralímpicos de Londres tras sumar un total de 22 medallas en su carrera tras las seis conseguidas en la capital británica. La zaragozana, de 36 años, reconoce sentirse abrumada por la fama: “No estoy acostumbrada a que la gente me salude, me abrace, incluso se ponen a llorar… es alucinante”.

Perales, que lleva desde los 19 años en silla de ruedas, asegura que “por nada de este mundo cambiaría la vida que tengo por volver a caminar. He tenido tantas experiencias con la silla, que no por la silla, que no modificaría nada”.

Con 36 años, Teresa Perales ha estado presente en cuatro Juegos Olímpicos, consiguiendo la marca de 22 medallas, que aunque todos la comparan con la de Michael Phelps, aún está lejos del récord paralímpico, las 42 de otra nadadora, la estadounidense Trischa Zorn. Aún así, la aragonesa asegura que seguirá hasta Río de Janeiro. Su hijo de dos años y cinco meses de edad es el principal motivo.

“Estuvo conmigo en Londres y cada vez que llegaba de competir me pedía una medalla. De esto no se acordará más que por las fotos y vídeos, en Río tendrá seis años y eso sí lo recordará. Es un buen motivo para seguir”, señala Perales.

La nadadora recuerda que siempre tuvo un proyecto cada vez que regresaba de unos Juegos, aunque en esta ocasión la dinámica ha cambiado: “Es la primera vez que no tengo nada en el horizonte. Tras Sidney conocí a mi novio, después de Atenas me casé con él y a la vuelta de Pekín tuve a mi hijo”.

Sobre una posible retirada en la cúspide, ella lo tiene claro: “Seguiré, seguro. Eso de que los deportistas se retiran en la élite es sólo para los que tienen mucho dinero, que no es mi caso. Yo sigo cómoda compitiendo”.

Con 22 medallas en su haber, reconoce no darles mucha importancia. “Las de los Juegos las tengo en una vitrina del salón, mi marido insistió en ponerlas ahí para que yo pudiera superar un momento de bajón, el resto las guardo en una caja”. Afirma que “las medallas no me evocan recuerdos, no les doy importancia”.

Aún así, su lado competitivo siempre sale a relucir. La deportista española llegó a sentirse decepcionada porque ninguna de las medallas que había conseguido era de oro, hasta el último día. “Si hubiera vuelto sin ella, lo consideraría un fracaso. Además, me habría quedado sin comer hamburguesas durante cuatro años, ya que mi celebración por el oro es comerme una. Desde entonces llevo ya unas cuantas”.

Pese al éxito reciente, Teresa Perales reconoce que el deporte paralímpico español puede tener problemas con las nuevas políticas de recortes: “Si reducen aún más las ayudas será difícil que tengamos buenos resultados. Bajamos respecto a Pekín porque otros países se están haciendo muy profesionales y nosotros necesitamos mantenernos ahí, algo difícil si no llegan las ayudas”.

En cuanto a las diferencias entre el deporte paralímpico y olímpico en España, Perales reconoce que hay muchas, sobre todo en el ámbito económico. “Tras Londres sí he notado que las diferencias en el trato mediático se han acortado ya que nunca antes se había abierto un telediario con los Paralímpicos”, asegura. “Aún así, para las instituciones una medalla paralímpica sigue valiendo el diez por ciento que una olímpica”, concreta Perales.

La medallista española reconoce que no puede vivir del deporte, pero sí vivir para él. Actualmente compatibiliza la natación con un trabajo como fisioterapeuta, estudios que empezó tras abandonar Educación poco tiempo después del abrupto cambio de vida. Además, los últimos ocho años ha ejercido como diputada en las Cortes de Aragón por el Partido Aragonés.

De esa etapa como diputada afirma que entró con vocación de servicio. “Si quieres que las cosas cambien, provoca tú mismo el cambio, forma parte de él. La única forma de hacerlo es desde dentro”.

Perales, que afirma ser muy estricta con la agenda, tiene los horarios bien definidos. Se levanta a las cinco y media de la mañana, hace un poco de gimnasia antes de llevar al niño a la guardería, de ahí va al trabajo. A la hora de comer toma un batido de proteínas, para entrenar cuanto antes. Termina justo para recoger a su hijo en la guardería, momento en el que cambia el chip y empieza su vida familiar.

“Cuando me quedé en silla de ruedas yo quería seguir haciendo deporte”, asegura. La aragonesa reconoce que entró en la natación por una cuestión económica: “Si quería hacer atletismo necesitaba comprar una silla especial, lo mismo que para hacer ciclismo”.

Su primer contacto con la natación llegó en la piscina de unos apartamentos durante un verano. Entró con un chaleco salvavidas y ayudada por su tío. Al regreso, decidió meterse en un club paralímpico. El primer día dijo que no sabía nadar, por lo que entró en la silla hidráulica, “la primera y última vez”, señala. Al día siguiente la cogieron en el equipo, al cabo de unos meses llegó el campeonato de España y al año el primer campeonato del mundo. En el club paralímpico duró sólo doce meses, momento en el que entró en un club de natación para toda clase de gente. “No creo en los guetos, entrené con gente sin discapacidad y tanto ellos como yo aprendimos mutuamente”, apunta Perales.

El secreto del éxito de Teresa Perales radica en su filosofía de vida. A los quince años recibió el que considera “el golpe más duro que he recibido en la vida”, la muerte de su padre. Cuando a los 19 se quedó en silla de ruedas, reconoció sentir “un duelo agrandado por el miedo a lo desconocido”.

Aunque en aquellos primeros momentos todo eran problemas e incomodidades, supo salir adelante: “Me di cuenta de que no podía ser egoísta, que mi familia y amigos sufrían tanto o más que yo. Decidí que tenía que tirar anzuelos a la vida para ver si alguien los recogía”.

Pese a reconocer que su mayor miedo era enfrentarse a la gente, asegura que su vida “está siendo genial”. El motivo es, según ella, “porque lo quiero y porque lo provoco”. Lo esencial, según Perales, es pensar que la silla la llevas “pegada al culo, no a la cabeza”.

Para la atleta maña, las personas tenemos potencialidades y discapacidades: “Mi discapacidad es que no puedo caminar, y ya está. En realidad no puedo caminar de pie, pero sí que camino, a mi manera, claro. Yo no cambio mi lenguaje”.

Uno de los momentos más duros lo vivió durante su etapa de estudiante de fisioterapia. Un día se le coló un señor justo cuando iba a aparcar en la plaza reservada para minusválidos. “Llamé a la policía, pero antes de que llegara, el caballero se bajó del coche y vino hacia el mío. Le expliqué la situación y le enseñé la tarjeta, pero ni se inmutó. Empezamos a discutir a grito pelado, sin que nadie viniera a ayudar. Lo último que me soltó fue ’minusválidos de mierda, encima de que os damos de comer’ y se fue”. Perales apostilla que “el que tenía una discapacidad era él, pero en la cabeza”.

Para la plusmarquista española, las diferencias son algo positivo: “Yo no soy distinta por tener una discapacidad, lo soy porque me llamo Teresa Perales, por ser como soy y por mi carácter. No soy ni mejor ni peor, simplemente diferente”.

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