Guiando los pasos de Cristián Valenzuela

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Un periodista de La Tercera se convirtió en el lazarillo del destacado atleta paralímpico para conocer, desde el ángulo más cercano posible, las vivencias y particularidades de su disciplina deportiva. Este es el testimonio.

latercera.com – Cristián Valenzuela llegó con 20 minutos de atraso a la cita, pero no porque él quisiera. Es martes por la tarde, y su jornada ha sido intensa. “Vengo de dar una entrevista. En la mañana, grabé un comercial para Elige Vivir Sano… me llaman periodistas de todos lados”, cuenta.

Y aunque también se trató de una labor periodística, la actividad que me reunió con el bicampeón mundial de Maratón tenía un cariz diferente. Confiando en mis condiciones como atleta aficionado, le propuse ser su guía mientras él corre sobre la pista del Estadio Recoleta, para conocer su disciplina desde el ángulo más cercano posible. Aceptó.

Eso sí, puso una condición: cuando terminara de guiarlo, quien tenía que vivir la experiencia de correr vendado y orientado por otra persona era yo. “Es para que conozcas lo que se siente”, me desafía. No tengo otra elección que decir que sí…

CORRIENDO CON EL CAMPEÓN

Ya en la pista, y vestido con polera blanca, Cristián Valenzuela me pasa la cuerda para guiarlo. El se ubica a la izquierda, el perfil que le acomoda. “A muchos no les gusta ir a la izquierda porque temen salirse de la pista. Yo no tengo miedo”, cuenta. Comenzamos a correr.

Basta dar las primeras zancadas para convertirme en sus ojos. Transcurren los metros, y lo que más cuesta en el inicio es coordinar el movimiento del brazo que llevo atado con el suyo. “Bracea, bracea. Si no braceas, te va a doler la espalda y te vas a acordar de mí”, me arenga el campeón olímpico en 5.000 metros planos con algo de humor.

Con los minutos, poco a poco la técnica mejora. “El guía es el complemento que un atleta ciego necesita para entrenar y competir. Son los ojos el guía: va informando el camino, va orientando dentro de la carrera”, cuenta mientras corremos. “A mí me interesa saber lo que pasa alrededor, y eso sólo me lo dice el guía”, relata.

Durante su preparación rumbo al último mundial de Lyon, Valenzuela entrenó con seis guías distintos ¿De dónde salen? “Mi entrenador Ricardo Opazo tiene un grupo de corredores, y él les pregunta si quieren ser guías. Casi siempre dicen que sí”, explica. “Una mujer también podría ser mi guía, pero nunca me ha tocado”, añade.

Seguimos avanzando y me pregunto sobre la capacidad de mentir que podrían tener los guías durante una carrera. Específicamente, por la distancia que realmente queda para lograr la meta. “A veces me suelen mentir, pero les trato de decir que necesito realidad. Si faltan 25 ó 30 kilómetros, que me lo digan. No que me digan 20, porque me predispongo para esos 20 y no para lo que realmente falta”, narra.

Raúl Moya, uno de los guías de Valenzuela, defiende este “polémico” asunto:“Está siempre la mentira piadosa. Por ejemplo, cuando el atleta baja el ritmo, uno le dice que queda poco para que comience a apurar».

LO QUE NO ESTÁ PERMITIDO

El ritmo con el que corro con Cristián Valenzuela es suficiente para poder conversar. Eso explica que yo esté lejos del cansancio. Pero en otras ocasiones, el guía le ha fallado: «Una vez me tocó que se me cansó en una carrera. Pero hay que entender que somos un equipo. Es parte del trabajo».

A esas alturas, mi braceo está coordinado con el suyo. Seguimos corriendo. Ahora, las instrucciones que recibo son distintas: lo que un guía no debe hacer.

La más importante es que jamás debo ir delante de él. El guía siempre tiene que ir en línea o atrás del competidor: “No tiene que haber intención de tirar. Eso es descalificación. Tampoco el guía puede cruzar la meta antes que yo, ni tomarme la mano. Si pasa eso, nos descalifican”, cuenta en un tono pedagógico.

El uso de la cuerda –cuyo tamaño sólo depende de la comodidad de los atletas- se convierte en otro tema. Valenzuela y yo la tomamos con las muñecas, pero el reglamento permite también que pueda tomarse con los dedos, aunque se corra el riesgo de que pueda soltarse accidentalmente. “Si ocurre eso, descalificación”, aclara.

Unas vueltas más y terminamos el recorrido. “¿Qué me pareció este guía? Un poco porfiado… le dije que estuviera atrás, que braceara… pero bien. Entendió el sentido de lo que es el guía, y fue un gusto compartir con alguien que quiera entrar en tu mundo y entenderlo”. Misión Cumplida. Ahora tengo que pagar y correr vendado…

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