El medallista paralímpico que recorre el mundo en una bicicleta

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Seth McBride emprendió un viaje desde EE. UU hasta Argentina. Está en Colombia con su novia.

Seth McBrideeltiempo.com – Los brazos fuertes. Las piernas que no se mueven. El largo viaje. Los sueños que se hacen realidad. Seth McBride –una medalla de oro en los Juegos Paralímpicos de Pekín en el 2008 y otra de bronce en los Paralímpicos de Londres, en el 2012-, saluda.

Sus manos son las de un gigante capaz de derrumbar una pared de un golpe. Seth, de 30 años, y estrella de la selección de rugby sobre silla de ruedas de Estados Unidos –dos veces campeón mundial en esa disciplina- es un atleta con pinta de gladiador: un metro con 85 de estatura, músculos de acero, piel blanca, casi rosada; ojos muy verdes y un par de piernas muy largas que no volvieron a caminar después de un accidente que lo dejó cuadripléjico.

Seth se acomoda en su bicicleta de deportista paralímpico, de pedales de mano, listo para seguir con el viaje que comenzó en septiembre del año pasado, con su novia, la fisioterapeuta Kelly Schwan, de 33 años, a su paso por Bogotá. Partieron desde la ciudad de Portland, en el estado de Oregón (Estados Unidos) –donde ambos viven- en una aventura de 16.000 kilómetros que, si los planes, la salud y el clima juegan a su favor, terminará en septiembre de este año en la Patagonia argentina.

Una aventura que es un desafío personal: ser el primer atleta paralímpico que realiza un viaje transcontinental sin personal de apoyo, cumplir el sueño de conocer el mundo con su novia y de inspirar a las personas, de su misma condición, para que se atrevan a viajar, a ser más independientes, a romper barreras.

Seth ya vio, por internet, el tramo que le espera después de pasar por Ibagué rumbo al Quindío. Ya sabe que arañar la Línea va a ser muy difícil y exigente. Pero –asegura convencido- nada lo detendrá, excepto, alguna complicación médica como la que se presentó en México, donde el calor lo desplomó.

Las personas con cuadriplejia –cuenta- no pueden sudar debido al daño sufrido con la lesión en la médula espinal. En su caso, el calor le recalienta el cuerpo y desencadena en temperaturas de hasta 40 grados. El agua fría, las compresas y otros trucos para menguar el calor no dieron resultado y tuvo que volar, con Kelly, desde Ciudad de México hasta Bogotá.

La diabetes y el accidente

Un resumen de lo que ha sido su vida dirá que Seth nació en Juneau, en el estado de Alaska (Estados Unidos). Desde muy pequeño, impulsado por sus padres, empezó a practicar deportes: a correr, a escalar montañas, a montar en bicicleta, a esquiar sobre nieve. También, desde muy pequeño, a los nueve años, fue diagnosticado con diabetes tipo 1 y desde ese entonces debe inyectarse insulina todos los días.

Más tarde, cuando tenía 17 años, sufrió un accidente mientras esquiaba. «Giré demasiado en medio de una voltereta mientras practicaba esquí acrobático en Blackcomb, en la Columbia Británica de Canadá, y me lastime la médula espinal», cuenta Seth. Pero él no estaba dispuesto a quedarse en casa, en una cama, o pegado a la silla de ruedas.

Mientras iba a la universidad, donde estudió ciencias políticas y relaciones internacionales, y más adelante una maestría en escritura de ficción –quiere ser escritor-, se fue convirtiendo en un aventajado atleta paralímpico, en el equipo de rugby sobre silla de ruedas de su país. Ha viajado a 16 países en cuatro continentes, colgándose medallas y coleccionando paisajes: esto último, lo que más le gusta. Hizo un viaje en plan mochila por el sureste de Asia, vivió cuatro meses en Salvador y, en el 2009, también con Kelly, hizo un primer viaje en bicicleta en Irlanda.

Pese a todos esos méritos, Seth no se considera un héroe ni quiere convertirse en un gurú de autoayuda ni en un testimonio de superación personal.

Su discapacidad es algo con lo que ya no puede luchar, y para él no es un problema. Lo que quiere es demostrar es que cualquier persona, con discapacidad o no, puede hacer lo que él hizo: tener el valor de coger una bicicleta e irse a viajar un año por el mundo.

«Toda la gente tiene un motivo para escaparse y hacer algo así, de hacer algo nuevo, de arriesgarse. Lo que pasa es que nos cuesta tomar este tipo de decisiones», dice Seth quien se considera un viajero ‘todo terreno’. De hecho, él y Kelly fueron escogidos por la National Geographic como los viajeros del 2013.

Sin embargo, sabe que es un ejemplo a seguir para las personas con discapacidad de quienes, considera, muchas viven encerradas por las barreras que les impone la sociedad y sus propias familias. «Las personas de mi condición deben aprender a ser independientes, deben comprender que pueden hacer lo que quieran, que pueden conocer el mundo, que también pueden viajar».

Con este viaje –sigue Seth- también busca motivar, en la población en general, la importancia de la actividad física para conservar una buena salud.

Seth y Kelly, como buenos viajeros, duermen donde les coja la noche. Kelly hace un esfuerzo adicional, pues Seth no puede cargar nada más que su propio peso. Es la encargada de arrastrar el remolque: unos 100 kilos de equipaje, dos carpas y varios litros de agua para tomar durante el camino.

«Es una mujer muy valiente, muy divertida y muy hermosa», dice Seth. Se hospedan en hoteles económicos o acampan sobre cualquier pradera, desde que se sientan seguros y, cuando pueden, donde algún miembro de la red mundial ‘Gladiators’, una organización de deportistas de rugby sobre sillas de ruedas a la que pertenece.

En su página de internet (www.longroadsouth.com), Seth va colgando diariamente sus aventuras, con relatos, fotos y videos. También, allí, invita a contribuir con su causa.

«Aporta dinero a ‘The Long Road South’ -así denominó su viaje- porque poco a poco se anda lejos. Unos cuantos dólares nos compra almuerzo en la mayoría de los países en donde estaremos», dice en su portal. Con 50 dólares, cuenta, comen bien y pueden pagar un hotel.

Cuando terminen el viaje, en septiembre próximo, Seth y Kelly regresarán a Estados Unidos. Él retomará su carrera deportiva y escribirá un libro sobre el viaje. Ella retomará su trabajo como terapeuta. Y esperan casarse.

Cuando terminen este viaje, dice Seth, ya tendrá un nuevo sueño en mente que, seguro, también hará realidad.

 

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