Una trayectoria de peso

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    Loida Zabala, haltera paralímpica, vive y entrena en Oviedo desde hace ocho años y acaba de recibir el premio «Juan Palau» a la mejor deportista discapacitada de España

    Loida Zabala, ayer, durante un entrenamiento.lne.es – Veintisiete años, cincuenta kilos de peso, y capaz de levantar ciento cinco. Los médicos recomendaron a Loida Zabala que se ejercitara con pesas para tener fuerza y valerse por sí misma tras sufrir una enfermedad que le impide caminar y le obliga a moverse sobre una silla de ruedas desde los trece años. Así es como esta joven cacereña comenzó su viaje hacia Oviedo, donde se entrena a diario para ir aumentando un palmarés envidiable que crece cada temporada y parece no tener fin.

    Ya ha estado en dos Juegos Paralímpicos y acaba de recibir el premio «Juan Palau», al mejor deportista discapacitado de España. «Fue una sensación increíble, ya que hay muchos grandes que están a un nivel muy alto», reflexiona satisfecha Loida Zabala en el Palacio de Deportes de Oviedo, donde acude a diario para sus entrenamientos. El bronce en el Europeo de Rusia le valió la distinción.

    Con diecinueve años acudió a su primer Campeonato de España de halterofilia adaptada, donde conoció a su actual entrenador, Lodario Ramón, que lleva dos décadas largas preparando a jóvenes. Loida cuenta ya por ocho los años a sus órdenes. «Venía de una competición en Corea y fuimos al Campeonato de España en Madrid. La conocí allí, ella me pidió que yo la entrenase», rememora Lodario Ramón. La joven tenía voluntad, pero la distancia entre Losar de la Vera, su residencia cacereña, y Oviedo era un problema, ya que aunque su nuevo preparador le mandaba los ejercicios por correo ordinario, le faltaba técnica.

    Tras varias sesiones sin mejora alguna y acarreando muchas lesiones debido a su falta de pericia, Loida Zabala decidió mudarse a la capital asturiana para que su entrenador pudiera realizar su seguimiento día a día. Ahí empezó su conversión en «ovetense». Aquella fue una decisión muy dura para ella. «Mi familia no quería que me mudase, pero, viendo los resultados obtenidos durante estos años, no me arrepiento», comenta la joven.

    Gracias a aquel traslado, hoy Loida Zabala reconoce su evolución. «Ahora tengo asumida mi técnica, no necesito ni pensar en ella, intento hacerla lo más perfecta posible, y ya no sufro las lesiones que tenía antes de entrenar aquí», explica.

    Entrena en una pequeña sala en el Palacio de los Deportes cedida por el ayuntamiento, junto con otros treinta compañeros del club San Mateo, a los que califica como «una gran familia» donde se apoyan los unos a los otros. » También nos picamos bastante», bromea la haltera. Ahora se prepara para los Juegos Paralímpicos de Río, en 2016. Para poder participar debe clasificarse entre las seis primeras del mundo. Si lo consigue vivirá de nuevo la «increíble» experiencia de Pekin 2008 y Londres 2012. «No me imaginaba la competición como en realidad es. Ambos juegos fueron muy diferentes. Pero en Londres, al repetir, me reencontré con gente a la que no veía desde hace cuatro años. Con algunas de ellas tengo una muy buena relación», comenta la deportista, en un inconsciente resumen de lo que significa el espíritu olímpico.

    En España, la halterofilia no es un deporte de masas, tampoco goza de gran arraigo y las ayudas son muy escasas, lo que dificulta la participación en competiciones internacionales. Cuenta con una modesta ayuda del Ayuntamiento como todo apoyo público, lo que le genera cierta amargura.

    A pesar de la escasa tradición de España en la halterofilia, Loida Zabala se ha hecho un hueco en la especialidad. Es la cuarta mejor levantadora del mundo en su categoría adaptada de 50 kilos, suficiente carta de presentación para hacerse notar en las competiciones internacionales, frente a rivales de lugares más volcados con el levantamiento de pesas.

    Pero no todo son entrenamientos. La joven los compagina con su trabajo en las oficinas de una cadena asturiana de supermercados, donde le dan «todas las facilidades» para acudir a las competiciones. También para cumplir con las dos sesiones de entrenamiento diarias, tres horas por las mañana y otro rato por las tardes. De otro modo, le resultaría imposible estar a tono para intentar el asalto a los Juegos Paralímpicos de Río de dentro de dos años.

    No es Loida Zabala de presumir de medallero. En el trabajo, los compañeros de oficina supieron de su «doble vida» de oficinista y levantadora de peso por los medios de comunicación que relataban sus triunfos.

    La joven confiesa verdadera admiración por otra paralímpica, la nadadora Teresa Perales. «Es la mejor deportista de la historia, es una persona increíble, luchadora en todos los sentidos: como madre, deportista, trabajadora,… Estoy muy feliz por haberla conocido». Y la sigue como ejemplo.

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