Una atleta paralímpica recupera el uso de las piernas y ficha por un equipo ciclista de élite

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Monique van der Vorst, sobre una bicicleta de dos ruedas.

libertaddigital.com – Hace unos días publicábamos en el periódico la historia de una niña de siete años que, sin piernas ni brazos, todos los fines de semana jugaba al fútbol. Su sueño era crecer junto a una pelota y, algún día, llegar a disputar una gran competición –paralímpica, se entiende.

Quizá uno de los ejemplos a seguir para aquella niña se encuentre en Monique van der Vorst, una atleta holandesa cuya historia de superación acaba de vivir uno de los desenlaces más felices.

Monique sufrió a los trece años una auténtica desgracia. Promesa del hockey sobre hierba, una lesión de tobillo le hizo pasar por el quirófano. Pero lo que parecía una sencilla operación se complicó más de la cuenta, y terminó con la holandesa en una silla de ruedas, sin sensibilidad en la pierna derecha.

»Se me hinchó la pierna, se puso morada y fría, y se llenó de líquido que quedó ahí», afirmó la deportista. Cuando aquel líquido fue drenado, su pierna no recuperó la movilidad. Un año después, sin causa aparente, perdía también la sensibilidad de la pierna izquierda. «Todo parecía una pesadilla, pero era real».

Pero Monique no se vino abajo. Bien pronto decidió que quería seguir luchando, y lo hizo a través de lo que más le gustaba, el deporte. Un monociclo –vehículo de tres ruedas impulsado con la fuerza que llega con los brazos- se convirtió en su mejor aliado. »Me dio confianza. Aprendí a pensar en las posibilidades, no en las limitaciones», indicó la ciclista paralímpica.

Los éxitos deportivos también empezaron a llegar. En pocos años se proclamó tres veces campeona del mundo, y en los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008 logró dos medallas de plata. Pero de repente todo se truncó con otro accidente.
¿Un día de suerte?

Un buen día, mientras estaba realizando un entrenamiento con su monociclo en Mallorca, Van der Vorst sufrió un duro accidente. Fue arrollada por un ciclista, y terminó en el suelo. Sin embargo, lo que sucedió en ese momento fue más propio de una película de ficción que de la realidad. De repente, Monique comenzó a sentir algo en las piernas. «No hay forma de explicar. Donde antes no sentía nada, comencé a sentir algo».

Durante su estancia en el hospital, ese ‘algo’ pasó a ser un cosquilleo. Entonces, comenzó a trabajar más duro y, tras una larga rehabilitación, ese cosquilleo se convirtió en firmeza. Poco tiempo después, Monique volvía a caminar.

Al principio, fue una sensación agridulce para la holandesa, pues a la indudable alegría de su nueva situación se unió una pequeña tristeza: ya no podía competir en el deporte paralímpico, aquél al que había dedicado por completo sus últimos 14 años de vida.
Entonces, decidió que podía volver a cambiar de deporte, de objetivo. Y sustituyó la bici de tres ruedas por la de tres, y los pedales de brazos por los de piernas. Ahora, meses después, ha fichado por el equipo ciclista profesional Rabobank, uno de los mejores del circuito.

«Sea con brazos o con piernas, las tácticas, trucos y estrategias son casi las mismas», aseguró Monique, quien de momento sólo pretende integrarse en el equipo para colaborar en lo que pueda y tratar de mejorar día a día.

Pero hay un objetivo en el horizonte, a cinco años vista: los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016. «Esa es mi última y principal meta», ha asegurado. Desde luego, por falta de voluntad no será.

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