Un ejemplo de lucha

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Nicolás Reiriz, pese a sus siete años, se convirtió en un ejemplo de lucha

infobae.com

“Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo”, esta frase que esbozó hace cientos de años Aristóteles puede calzar a la perfección para introducir una historia que conmovió a un pueblito y trascendió fronteras.

En épocas en donde conquistar sueños parecen quimeras y sufrir bullying es moneda corriente, Nicolás Reiriz, un chico de siete años, demuestra que todo es posible en la vida, si uno realmente se propone lograrlo.

Este niño, de apenas siete años, nació con un problema en su columna llamado Mielomeningocele, también conocido como espina bífida. Es una malformación congénita que produce una falta de movilidad y atrofia muscular en las piernas. “Nos enteramos dos semanas antes que naciera, en la ecografía 3D. Tuvimos que ir a Paraná (ellos son de San José, Entre Ríos), donde había cirujanos como para operarlo”, confesó Adriana Degeneve, su mamá, en diálogo con Infobae.

Desde su primer día de vida, demostró ser un luchador, ya que nació un domingo y al lunes tuvo que ser intervenido quirúrgicamente. Lleva siete operaciones, y lamentablemente en el futuro le depararán otras; pero esto no lo priva de perseguir su anhelo: jugar al fútbol.

Nicolás creció con su padre y tío jugando en las ligas regionales y observando a su hermano Pedro patear la pelota. Y él, por supuesto, heredó la misma pasión: “Desde chiquito que le gusta. Antes la veníamos piloteando por el tema edad. Yo siempre trato de lo que me pida, poderlo hacer”.

Sin embargo, Adriana tuvo que batallar, mientras derramó varias lágrimas, para poder ayudar a su hijo con este deseo. “Primero fuimos a un club de la zona, donde al principio me dijeron que sí. Y cuando lo llevé, el técnico puso un montón de peros, hasta que me dijo que no podía integrarse, que haga un deporte en silla de ruedas, pero él no siente la silla de rueda como un impedimento”.

Ante esto, su hermano decidió no seguir y pasar al club Las Achiras, donde Nicolás encontró su lugar en el mundo. “Se integró con los nenes. Los chicos buscan ayudarlo, intentan que él se sienta uno más del grupo. Y la Liga permitió que jugara los sábados, que era algo que no buscaba, sólo quería que se integre”, comentó la mamá, con gran felicidad.

“Los rivales lo saludan, hablan con él. Cuando terminan los partidos, como no es por puntos, siempre hacen penales. Y el arquero contrario deja que él haga el gol, que para él es un logro. Quizá no toca la pelota durante el partido, pero eso no le importa. Él es feliz estando en la cancha, abrazando a sus compañeros y festejar todos juntos”, describe con alegría y emoción Adriana a Infobae.

Nicolás, sin proponérselo, pasó a ser un referente para los otros chicos. Una clara muestra de ello fue lo que pasó con Alan, un compañerito. El niño no quería jugar más al fútbol, pese a que sus padres trataban que regrese y haga actividad física. La madre le pidió a Nico que le hablara, y consiguió lo que nadie pudo.

“Simplemente le dijo que si él podía jugar con sillas de ruedas, porque él no iba a hacerlo. Lo convenció. Lo que no podían sus papás, lo consiguió él. Los chicos lo usan de ejemplo también. Es una motivación para los otros nenes”, recalcó, con orgullo. Y agregó: “Siempre está cuidando al resto. Cuando alguien está lastimado, aunque sea del rival, siempre busca al árbitro para detener el juego y que lo puedan revisar”.

Este nene fanático de Boca (su otro gran sueño es poder jugar en el club y conocer a su ídolo, Carlos Tevez) demostró que nada es imposible y conmovió a una provincia con su lucha y alegría para encarar la vida.

Qué le deparará en el futuro a Nicolás Reiriz es todo una incógnita, aunque en Las Achiras ya le notificaron que siempre se le buscará hacer un lugar. Lo que sí está claro que él pasó a ser un ejemplo dentro de un fútbol lleno de vicios y prejuicios.

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